Son muchas las familias que conviven con una persona de la tercera edad que en general suele ser alguno de los padres de los cabezas de la familia, es decir, los abuelos. En función del estado de salud y mental de la persona o como una solución para que no esté horas y horas en casa sola, se toma la decisión de llevar a la persona mayor a una residencia de ancianos o bien a un centro de día.
La mayoría de estos centros está preparados para estas personas, para que no les falte ninguna atención, para que se diviertan con talleres y actividades y para trabajar sus funcionen, la movilidad y sus músculos.
Pero además muchas de ellas cuentan con un psicólogo profesional con el que podrán charlar y el cual estará alerta y tratará con los pacientes por si hubiera algún problema o si observara algún cambio de conducta en alguno de los mayores.
El psicólogo podrá ayudar a los recién llegados si debido al cambio de vivir en una residencia o por el envejecimiento se encontrara deprimido, además de ayudarle a integrarse y a relacionarse con el resto.
Los psicólogos también ofrecen sesiones individuales o grupales para realizar una evaluación psicológica, para observar las habilidades cognitivas y sociales de cada uno y detectar si hay problemas en la convivencia.
Tras las sesiones marcarán una serie de objetivos terapéuticos y evaluarán programas de psicoestimulación, establecerán unas estrategias de intervención conductual y emocional con la persona mayor en cuestión y si tuviera alguna enfermedad mental realizaría un seguimiento detallado.
Entre los principales objetivos de los psicólogos que trabajan en las residencias de personas de la tercera edad se encuentran fomentar su independencia y su autonomía dentro de las posibilidades de cada uno y que participen en la vida social y las actividades que se organicen en el centro.